Cómo una ‘h’ puede arruinarnos el negocio

redacción de contenidos

A estas alturas de la vida, parece redundante incidir sobre el grave perjuicio que puede suponer para una marca, organización, Pyme o asociación presentar faltas de ortografía en sus comunicados, mensajes publicitarios o canales corporativos, independientemente del formato o de si pertenecen o no al mundo digital. Y decimos que parece redundante porque este tipo de errores debería estar ampliamente superado hoy en día, sin embargo, no es así. Rara es la semana que no encontramos una errata en la página web, blog o el perfil de Facebook de una empresa que, a juzgar por su volumen de empleados, ventas y facturación, dispone del presupuesto necesario para mantener un equipo de marketing y comunicación profesional y especializado.

Es cierto que las marcas cuidan, cada vez de forma más consciente y responsable, este tipo de detalles, al fin y al cabo, se trata de imagen corporativa, no así muchas Pymes, para quienes gestionar un canal digital corporativo sigue siendo un juego de niños.

Es cierto, a todos se nos cuelan acentos, erratas, una coma mal puesta o incongruencias de género y número, las prisas aprietan y en muchos casos quienes se encargan de gestionar y actualizar los blogs de empresa, por citar un ejemplo, ni si quiera deberían estar haciéndolo, pues a menudo se trata de personal cualificado y contratado para llevar a cabo otras tareas productivas o administrativas dentro de la organización y que, por alguna razón que no alcanzan a entender, se ven inmersos en la obligación de escribir un post diario en nombre de la Dirección, un trabajo a menudo ingrato para ese trabajador inexperto en la materia y del que, además, no suele recibir remuneración alguna.

A pesar de todo, como decíamos, hasta al mejor redactor, publicista o experto en marketing se le pueden colar erratas, pero ese no es el problema, lo verdaderamente alarmante es que no atienda a las correcciones pertinentes cuando estas le son recomendadas o que la falta de ortografía sea comparable al “haprendieron” con el que hace poco nos topamos en una web de servicios educativos.

Y es que, si la página web de nuestra principal actividad profesional o los perfiles en redes sociales que manejamos contienen una errata que llama la atención sobre todo lo demás, lo más probable es que pierdan toda credibilidad, no solo como escaparate, sino como símbolo de la calidad de nuestro servicio, porque una página web puede ser sencilla, básica, estática, con un diseño más o menos atractivo, mejor o peor posicionada o, incluso, resultar anticuada sin que ello nos influya negativamente, pero lo que no puede transmitir es falta de rigor, ya sea por carecer de la información precisa como por estar mal escrita.

¿Cuántos de nosotros llevaríamos a nuestros hijos a una academia de estudios si su página web presentase faltas de ortografía en sus copys o si su blog estuviera mal escrito? Si queremos dar una imagen de coherencia y profesionalidad, debemos comenzar por presentar una página web donde la redacción de contenidos sea correcta, y que esa misma calidad se traslade al blog, a la sección de noticias, Twitter, Facebook y al largo etcétera en el que se mueve la imagen de nuestra marca hoy en día. Pero no solo porque esa excelencia será premiada por Google, que también, sino porque debemos aprender aquello tan importante de que “las cosas se hacen bien, o no se hacen”.